miércoles, 6 de diciembre de 2017

(10) Día de glaciares: Franz Joseph y Fox



Tras varias etapas de costa nos internamos en la isla para ver dos conocidos glaciares, Franz Joseph y Fox, que por lo demás están relativamente cerca. Organizamos una ruta que nos permitió conocerlos en la misma jornada. Como queríamos aprovechar bien el tiempo, llegamos pronto y nos instalamos en dos cabañitas, Kahere Retreat, monas por fuera pero engañan. Sus principales características: incómodas, sin mesa para comer, con una escalera de madera peligrosa y sin incomunicar los dos dormitorios de la planta superior. El baño estaba bien pero su tamaño era desproporcionado con respecto al resto. Y pese a ello su precio fue el mayor de todos: 363 euros ambas por una noche y wifi de muy mala calidad. La explicación es sencilla: es una zona de mucha presión turística y se disparan las tarifas.


Nada más instalarnos salimos para el Fox, el más alejado, para después ir retornando. De Hokitita habíamos partido por la mañana con temperatura alta, que al rato eran ya 25º. Y al glaciar llegamos también con fuerte calor, al parecer batiendo el récord del año. Así sería toda la jornada. Parece que no pega nuestra indumentaria de manga corta en un glaciar...


Después de tanta costa, aquí el paisaje es de montaña. Hay ofertas de visitas guiadas por el hielo e incluso en helicóptero (obviamente muy caro), y nos decantamos por la clásica de ir a pie hasta el punto más cercano al que permiten acercarse a este río de hielo que, como no podía ser de otro modo con estos calores, pierde tamaño cada año tras haber crecido en las décadas finales del siglo pasado. Mientras se pasea, el constante paso de helicópteros molesta. También nos llamaron la atención señales prohibiendo el uso de drones.


Con vehículo es posible llegar hasta un amplio aparcamiento. Después se inicia un paseo de unos 30 minutos hasta las proximidades del glaciar.


En la caminata se asciende, pero lo que más nos agobió fue el calor.


Aunque ofrecemos un primer plano, en realidad los visitantes nos quedamos a unos cientos de metros.



El Fox recibió el nombre del que era primer ministro de Nueva Zelanda entre 1869 y 1872. Tiene unos 13 kilómetros de longitud, desde los 2.600 metros de altura donde comienza hasta finalizar a solo 300 metros sobre el nivel del mar, una altura sorprendente para un glaciar, situación en la que también se encuentra el Franz Joseph.


Tras un rato de observación, regresamos a la furgoneta desandando el camino. Aunque ver un glaciar siempre es un espectáculo, lo cierto es que si se ha estado, por ejemplo, en el Perito Moreno argentino, el impacto baja bastante. En este caso, además, desde la distancia el hielo no es azul, como en el Perito, sino gris y destaca menos .


Con la imagen inferior nos despedimos del Fox para desplazarnos a ver a su hermano, que se encuentra a una distancia de poco más de 20 kilómetros. 


Ambos glaciares se encuentran dentro del parque nacional de Westland, en un área declarada Patrimonio de la Humanidad.

Antes de visitar el segundo glaciar hicimos un hueco en nuestra apretada agenda para acercarnos hasta el lago Matheson y hacer un recorrido por su contorno.


Según las guías, este lago tiene la particularidad de que en un día despejado puede hacerse la foto del monte Cook reflejado en su superficie. Sin embargo, como se aprecia en la imagen superior, las nubes rodeaban el monte más famoso de NZ con lo que quedará para otra vez.


Como quedaba aún el segundo glaciar no completamos el paseo, pero apreciamos el bosque autóctono de esta zona. Unos árboles que nos vinieron muy bien debido al calor.


Al parecer, las aguas marrones del Matheson son la causa de la popular imagen del monte Cook en el agua.


Y, después de un cafecito y tras unos kilómetros, por carreteras en parte de montaña, como es fácil imaginar, llegamos al Franz Joseph.

Pese a su proximidad, el paisaje del sendero hasta este glaciar es muy diferente al del Fox. En este caso hay mucha vegetación y arbolado.


Franz Joseph fue explorado por primera vez en 1865 por un geólogo alemán que le dio el nombre del emperador austríaco. En la foto inferior, la imagen que tuvimos del glaciar desde el punto más cercano.


Aunque son 12 kilómetros de hielo descendiendo de la montaña, nosotros solo pudimos ver la parte final desde un mirador.
Si bien la imagen del glaciar es similar al otro, el paseo nos resultó mucho más vistoso y agradable.

Finalizado el día, concluimos que con haber visitado el Franz Joseph hubiera sido suficiente. Quizás porque nos quedamos con lo que vemos por los ojos ignorando historias tan bonitas como la leyenda maorí que explica su creación: una joven perdió a su amante al caer desde un pico y su torrente de lágrimas se congeló hasta formar el glaciar. Insuperable.
De camino nos encontramos algunas cascadas.


Ya desde la lejanía nos despedimos del Franz Joseph e iniciamos el regreso a nuestro alojamiento. Antes hicimos una parada en el pueblo del mismo nombre, una muy pequeña población destinada a dar servicio a los innumerables turistas. En el restaurante, una vez más, nos atendieron camareras sudamericanas. Ni nos planteamos hacer compra para cenar en la cabaña, que no reunía condiciones para ello, aunque sí nos arreglamos en la terracita para desayunar al día siguiente y salir hacia Wanaka. 



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