viernes, 15 de diciembre de 2017

(1) La llamada de las antípodas

El 17 de noviembre de 2017 comenzó en Tenerife nuestra particular cuenta atrás, consistente en levantarnos a las cuatro y media de la mañana para esperar un taxi que nos depositara en Los Rodeos con el objetivo de llegar a Vigo a la una de la tarde, preparar el equipaje y, tras otro espectacular madrugón, juntarnos en el aeropuerto de Peinador y salir al día siguiente, 18 de noviembre, a las 6,40 de la mañana, hacia las antípodas vía Madrid y Hong Kong. Nada menos que hacer realidad nuestro esperado viaje a Aotearoa, que es la denominación maorí de Nueva Zelanda, literalmente, el "país de la nube blanca".

Nuestro itinerario estaba trazado por un concienzudo organizador y amigo, de nombre Álvaro, gracias al cual pudimos aprovechar al máximo nuestro tiempo en ese país después de que se leyera todos los blogs y guías al alcance de sus manos sobre el tema. El recorrido queda reflejado en el mapa adjunto, que cumplimos de forma escrupulosa, tras 4.600 kilómetros de coche. La línea roja se corresponde con la vuelta en avión de Chistchurch a Auckland que es prácticamente un puente aéreo.





Era de esos periplos largamente fraguados, como a fuego lento, que dieron lugar a muchas conversaciones previas, casi con la sensación de estar echando a volar la imaginación programando un viaje que sería difícil de culminar.

El caso es que a medida que se fue perfilando hubo adhesiones y descartes, deserciones de casi última hora por imponderables personales muy sentidos, pero, contra viento y marea, finalmente fuimos siete los que decidimos hacer realidad este viaje. De izquierda a derecha, los expedicionarios: Ana, ´
Álvaro, Alfonso, Fely, Juanma, Jaime y Beni.



Nuestra primera parada fue en Madrid, para acto seguido embarcarnos hacia Hong Kong, donde despues de 13 horas largas volando nos dimos un buen respiro de casi 14 horas para coger el avión definitivo a Auckland, donde llegamos, con puntualidad exquisita, sobre el mediodía del 20 de noviembre, cuando en España era la medianoche del día 19 .

Volamos con Cathay Pacific, una compañía radicada en Hong Kong. Los aviones fueron relativamente cómodos, teniendo en cuenta que viajábamos en turistísima. De la comida, poco que decir, sólo que no estuvo mal....del todo.


Los billetes, adquiridos por teléfono a través de la propia compañía en marzo de 2017, costaron sobre 1.300 euros, lo cual no estuvo mal considerando que incluían el vuelo Vigo-Madrid-Vigo, normalmente bastante caro, que, además, nos garantizaba la conexión caso de surgir algún problema.

También contratamos un seguro total travel de Intermundial. Para todo el viaje, con un mes de duración, e incluyendo seguro de anulación y cobertura médica incrementada hasta un máximo de 150.000 euros por barba (por aquello de que vamos un poco mayores) nos salió en 157 euros cada uno. Afortunadamente, no tuvimos que echar mano de este seguro, por lo que poco podemos decir de la citada cobertura. Solo que una persona que a última hora no pudo viajar todavía está gestionando la anulación con requerimientos un tanto peregrinos por parte de la aseguradora a pesar de que uno de los supuestos contemplados en la póliza se da claramente.


Los aviones eran bastante modernos y con una información completa durante todo el vuelo, incluyendo cámaras exteriores muy interesantes. Igualmente contaban con una abundante selección de películas y entretenimientos varios, también en español, pero mayoritariamente sudamericano.


El hecho de parar en Hong Kong a la ida y a la vuelta durante unas horas, pero suficientes para abandonar el aeropuerto y hacernos una idea de esta enorme conurbación, fue un aliciente añadido al viaje.


Nada que ver la abigarrada ciudad asiática con la apacible Nueva Zelanda, donde el protagonismo de la naturaleza es absoluto.



Para este viaje barajamos inicialmente la posibilidad de hacerlo, total o en parte, en autocaravana de alquiler. De hecho, nos encontramos muchísimas, especialmente en la isla sur. Prueba de ello es este aparcamiento en el glaciar Franz Joseph en el que casi había más autocaravanas o campers que turismos.



La experiencia de dos de los miembros del grupo, propietarios de una autocaravana, les llevó a proponernos un viaje de prueba de una semana por Portugal que hicimos en el mes de noviembre de 2015. Fuimos 11 personas en tres autocaravanas y, aunque resultó interesante, nos hizo ser conscientes del reducido espacio que tendríamos que compartir entre cuatro personas, nada menos que durante un mes y con metereología incierta, y de las incomodidades añadidas de llevar la casa a cuestas. Todo ello sin quitarle sus ventajas, que las tiene.

Decidimos, por tanto, buscar los alojamientos con un cierto margen para el cambio (sólo con posibilidad de anulación en los días previos) a través de nuestra amada Booking, y agenciarnos un vehículo de alquiler que, sin ser enorme, nos llevara a todos. El balance final fue satisfactorio: hubiéramos ido seguramente a los mismos sitios, conducir por la izquierda un vehículo más pequeño es más sencillo, los alojamientos tenían más comodidades (wifi, lavadora/secadora....) y una cierta intimidad, que cuando se pasa todo el día con otras seis personas se agradece, aunque lo cierto es que la convivencia en ese sentido fue magnífica y es sin duda uno de los valores importantes de este tipo de viajes.


Y este fue nuestro infatigable compañero en Aotearoa: un Kia Carnival de 8 plazas, especialmente apropiado para seis personas ya que dos de de los asientos eran más bien para niños o personas delgaditas. Pero nos apañamos bien los siete y conseguimos una cierta maestría para colocar todas las maletas y nuestras mochilas de paseo que no están en la foto siguiente. 



El alquiler, desde el 20 de noviembre en el aeropuerto de Auckland hasta el 14 de diciembre, en que dejamos el vehículo en el aeropuerto de Chistchurch, costó cerca de 2.000 euros y se gestionó a través de una agencia en España con la compañía EZI incluyendo la eliminación de franquicias y todos los gastos. Era un coche con muy pocos kilómetros y se portó bastante bien. Lo conducían tres personas que tuvieron que agenciarse el carné internacional en Tráfico antes de ir, aunque no hizo falta en ninguna ocasión ya que no vimos vigilancia en las carreteras. En general, eso sí, se respetaban las normas de circulación.

En cuanto a los alojamientos, optamos por una gama que no superara como media los 50 euros díarios por persona y más o menos lo logramos. A través de la web encontramos algunas casas estupendas de cuatro dormitorios en las que nos acomodábamos todos, como la de Orewa, magnífica, que nos costó a los siete 270 euros y en la que nos encantó cocinar y prepararnos un opíparo desayuno. Lástima que no paráramos más de una noche,como en la mayoría de los sitios.

Ocean View Lodge (Orewa)

Nuestras etapas, que trataremos de relatar en las siguientes entradas del blog,  fueron las siguiente:

18.11. Salida desde Vigo a Madrid y avión de Madrid a Hong Kong.

19.11. Paseo por Hong Kong.

20.11. Llegada a Auckland. Recogida del coche y tarde de descanso.

21.11. Salida hacia el Norte. Waipoua Forest. Alojamiento en Kaitaia.

22.11. Cap Reinga. Ninety Mile Beach. Alojamiento en Paihia. Roussell

23.11. Cascada de Whangarei y playa de Orewa. Alojamiento en Orewa.

24.11. Paseo por Thames y Cathedral Cove. Alojamiento en Hahei.

25.11. Hobbiton, Matamata y paseo nocturno por el bosque. Alojamiento en Rotorua.

26.11. Zona volcánica de Waiotapu y fiesta maorí en Rotorua. 

27.11. Travesía por el lago Taupo y alojamiento en el parque nacional Tongariro.

28.11. Tongariro Alpine Crossing. 

29.11. Wanganui.

30.11. Wellington.

1.12. Wellington.

2.12. Ferry estrecho de Cook. Alojamiento en Kaiteriteri.

3.12. Parque Nacional Abel Tasman.

4.12. Westport y Cabo Foulwind.

5.12. Truman Track, Panqueque Rocks. Alojamiento en Hokitika.

6.12. Glaciares Franz Joseph y Fox.

7.12. Wanaka. Paseo en jet boat.

8.12. Wanaka, Arrowtown y Queenstown.

9.12. Queenstown a Te Anau.

10.12. Fiordo Milford Sound.

11.12. De Te Anau a Invercargill.

12.12. Scenic road por los Catlins hacia Dunedin.

13.12. De Dunedin a Christchurch.

14.12.  Vuelo de Chistchurch a Auckland.

15.12. Auckland, isla de Waiheke, playa de Onetangi

16.12. Vuelo a Hong Kong.

17.12. Vuelta a casa. 

Como Álvaro organizó de forma excelente el viaje y se documentó tanto, íbamos muy bien preparados: contra las malignas sandflies (molestas moscas que pican), el frío y la lluvia...... pero en este aspecto, pocos de los augurios se hicieron, afortunadamente, realidad. Los bichitos no nos importunaron casi nada y el tiempo fue magnífico y de hecho nos bañamos en bastantes ocasiones. Fue genial atravesar con sol el Tongariro cuando estábamos hartos de leer blogs de gente que por niebla, lluvia, viento o nieve no había podido hacerlo. Y nosotros, sin embargo, disfrutamos de un día soleado y cálido... aunque justo hasta la llegada, al filo ya de las tres de la tarde, cuando comenzó a diluviar. 


Dentro del grupo hubo un cierto debate sobre la necesidad de cambiar euros por dólares neozelandeses y la cantidad. Se impuso la tesis moderada (para todos, 400 euros), aunque alguno planteaba directamente no cambiar y utilizar en exclusiva tarjetas de crédito. Finalmente, comprobamos que se puede (casi) vivir sin moneda local. Sin embargo, el adalid del no cambio sufrió en sus carnes tal teoría cuando en medio de una urgencia no podía acceder a un baño público, para lo que precisaba una monedita de medio dólar de la que carecía. Por lo demás, las tarjetas son aceptadas en todos los sitios, aunque con frecuencia recargan un 2 o un 3 % por su utilización. A veces, al pagar te preguntan si quieres hacerlo en dólares neozelandeses o en euros; optamos por la primera opción que al parecer era más ventajosa.

Haciendo el tonto en el divertido "Centro del Puzzle" de Wanaka

Antes de entrar en materia, señalar que volvemos de NZ con una imagen favorable de sus habitantes, que encontramos allí mucho hispanohablante (fundamentalmente estudiantes sudamericanos con el  programa Working Holiday pasando unos meses mezcla de trabajo y aprendizaje del inglés) y que sus infraestructuras no están a la altura de las nuestras, especialmente sus carreteras. Ni rastro de autovías, cientos de puentes de un solo carril y todo ello con mucho tráfico, especialmente en la isla norte. 


Y también muchos kiwis (apelativo que se dan a sí mismos los neozelandeses) que habían estado en España, e incluso, en una playa, uno de ellos que lanzó la inesperada pregunta en ese contexto de ¿qué pasa en Cataluña?

En muchos casos nos alojamos en moteles tipo americano, normalmente en dos apartamentos de dos habitaciones con saloncito, cocina simple y uno o dos baños. A pesar de ser muy parecidos y bastante impersonales, son muy prácticos ya que cuentan con lo necesario para una paradita breve y, en general están superlimpios, pese a que utilizan de manera generalizada la moqueta. En la mayoría también hay wifi gratuita , aunque algunos la limitaban, un problema cuando se viene del otro lado del mundo. Además, siempre aparcabas junto a la puerta, lo cual no deja de ser una ventaja.


Nos llamó la atención la escasez (salvo casos puntuales en ciudades grandes) de pasos de peatones, lo que obliga a los viandantes a buscarse la vida, algo complicado para nosotros ya que conducen por la izquierda. Cruzar las calles era un poco como jugarse el tipo aunque bien es verdad que los conductores eran bastante considerados.

Y unos artistas con los museos, los vimos de nivel y siempre con acceso gratuito. Tampoco pagamos nada por acceder a ningún parque nacional. Y como píldoras finales, resaltar los magníficos parques de sus ciudades, la existencia de árboles excepcionales y llamativos en numerosos lugares, las señales vetando el consumo de alcohol en la calle y las evidentes limitaciones al consumo de tabaco por las calles, lo limpio que está el país pese a que no abundan las papeleras, lo caro que es el vino (y eso que tienen muchos viñedos, sobre todo en el sur), lo barata que es la gasolina, entre 70 céntimos y 1,10 euros el diésel, pero mejor entrar en materia  e ir desgranando la Nueva Zelanda que nosotros vimos en las entradas que siguen. 

El helecho, símbolo de Nueva Zelanda

La referencia del turismo en Nueva Zelanda  son los centros de información o I Site, repartidos por todo el país. Están situados en edificios públicos muy céntricos y ofrecen un servicio muy completo al turista: información, reservas, souvenires, consejos......cualquier cosa que se necesite, desde un restaurante hasta un alojamiento o la información sobre el tiempo que va a hacer en el Tongariro al día siguiente. Entramos en muchos y siempre con la idea de que íbamos a ser bien atendidos, con el detalle de que cierran a las 5/6 de la tarde.

I Site de Matamata
Esperamos que lo disfrutéis. Nosotros, desde luego, pasamos allí un mes inolvidable aunque el choque fue morrocotudo: llegamos tras una visita rápida a Hong Kong, donde se amontonan 7,4 millones de personas en 1.100 kilómetros cuadrados, bastantes más que los 4,7 millones de Nueva Zelanda que disponen de 268.000 kilómetros cuadrados para ellos solos, la mitad que España y 240 veces más que la ciudad china.


jueves, 14 de diciembre de 2017

(2) Hong Kong, abigarramiento y pleno empleo


Queríamos ir a Nueva Zelanda y el viaje elegido con Cathay Airlines incluía sendas paradas de unas 9 horas en Hong Kong. Lo que podía ser un problema lo convertimos en un activo. Así, a la ida y a la vuelta intentamos conocer algo de esta megaurbe que parece la otra cara de NZ. En un pequeño territorio, colmatado, se hacinan más de 7 millones de personas, no el doble pero casi que en NZ. Pese a ello, presenta unos índices de riqueza importantes en el contexto asiático y roza el pleno empleo. A la ida, un simpático chileno, Willy (altogetherz@yahoo.com), nos condujo por la ciudad con enorme amabilidad. Gracias a nuestro guía estas horas dieron mucho de si. Llegamos a las siete de la mañana de allí que eran como la medianoche en España, con lo cual, al final de la jornada, agotados, ya teníamos totalmente alterados nuestros biorritmos y a eso de las seis de la tarde nos rendimos y volvimos al aeropuerto para, por lo menos, sentarnos un rato hasta la salida del siguiente vuelo a Auckland. 



La antigua colonia británica incluye varias islas y un pequeño territorio continental, todo hoy de titularidad china aunque con un régimen político especial (un país, dos sistemas) que funciona con problemas. En este cuadro, que vimos en el templo del buda gigante, se ofrece una visión artística del conjunto hongkonés. En la imagen inferior, la realidad (una de muchas posibles) que muestra la cámara fotográfica.


Resumiendo: una vez salvados los controles del aeropuerto, en los que no hubo incidencias, salimos de la mano de Willy dispuestos a aprovechar el tiempo disponible.


Habíamos oído hablar mucho del aeropuerto, de su tamaño y los servicios que ofrece, pero puestos a elegir preferimos pasear por HK. Tras una charla previa para fijar objetivos, sobrevolamos el mar en un enorme teleférico para llegar a la isla de Lantao.

El día estaba grisáceo y llovía, pero nos tomamos con tranquilidad la visita a Ngong Ping, donde se encuentra el famoso buda.

Se trata de un conjunto de templos y tiendas, junto al monasterio de Po Lin, con el buda como principal atracción.




Sin dudarlo, subimos los 240 escalones para llegar a la base de la escultura, de 34 metros de alto y 250 toneladas de peso. Construido en bronce, es uno de los cinco mayores budas de China y el más alto de los instalados antes de 2007.  La niebla impedía ver el buda nítidamente pero sin duda añadió atractivo.


Pese a lo desapacible del día, y a que empezábamos a disfrutar del jet lag, teníamos ganas de andar. Los visitantes íbamos preparados para las inclemencias climatológicas, pero no así Willy, que no se lo esperaba. Al rato tuvimos que prestarle algo de ropa para que aguantara la jornada.



Junto al gran buda hay otras seis esculturas de menor tamaño, y con la escasa visibilidad de la jornada conformaban una visión peculiar.



Cuando estábamos a punto de marcharnos apareció una procesión de la que no entendimos nada. Un grupo de fieles, suponemos, caminaban dando cánticos, agachándose y arrodillándose cada pocos pasos ajenos a la lluvia.


Añadió un plus a la visita, al margen de que para nosotros no tenía significado alguno, pero era llamativo.



Willy nos había propuesto ir despues en bus a un pueblo de pescadores, y luego al centro. Pero el autobús no apareció y, tras esperar en vano a que hubiera dos taxis, tomamos otro bus que nos llevó a la ciudad dando un rodeo.


El aterrizaje en esta megalopolis impacta. Cierto es que tiene zonas verdes y plazas, pero también enormes edificios y, pese a ser domingo, una actividad incesante. Supusimos que las jornadas laborables será mucho mayor.


De las opciones ofertadas por Willy optamos por almorzar en un lugar tradicional, pero resultó más tradicional de lo que habíamos imaginado.


El nombre de este peculiar restaurante es Lin Heung y allí no funciona el sistema habitual de pedir comida y que te la sirvan. Nada de eso. Si consigues sentarte, lo que no resulta sencillo y eso que compartimos una gran mesa con otras personas, cuando aparece uno de los camareros con platos hay que conseguir que te los deje en tu mesa casi al asalto.


Con esfuerzo logramos tomar una sopa y otras cosas que nos recordaron principalmente, claro, la comida china. No fue una maravilla, ni en cantidad ni en calidad, pero el precio resultó irrisorio y la experiencia gratificante.


Tras la comida iniciamos una larga pateada para ir descendiendo, dando mil vueltas, de la parte alta de la ciudad hasta el litoral.

Fueron varias horas de caminar, ver tiendas, asombrarnos del espectáculo que es esta ciudad.



Nos sorprendieron unas larguísimas escaleras mecánicas que permiten subir a un barrio alto sin esfuerzo.


Son bastantes tramos, están cubiertas y tienen enlaces con las calles donde terminan dichos tramos. Estaban concurridísimas.


Nos llamó la atención la escasez de edificios antiguos o que fueran reconocibles al menos como de la etapa colonial británica.

Un tanto cansados llegamos a la zona litoral, donde la ciudad cambia radicalmente.


Edificios enormes y modernos y un skyline atractivo configuran un waterfront gigantesco lleno de sedes bancarias, de compañías diversas, de auditorios y centros culturales, todo sin duda proporcionado a su población y a las necesidades de una urbe de negocios.

A estas horas ya estábamos pensando en retornar al aeropuerto, por aquello de no correr riesgos y también por el cansancio.

Así que cruzamos en barco a Kowloon, ya en territorio peninsular. Esto nos permitió hacer fotos de Hong Kong desde el mar.

Esta parte del territorio de HK tiene solo 47 kilómetros cuadrados y allí viven más de dos millones de personas, lo que la convierte en la de mayor densidad del mundo seguida de Macao.


Aquí ya solo dimos una vuelta y, con la ayuda de Willy, localizamos el transporte público para regresar al aeropuerto. Todo fue perfectamente.


Con la imagen superior nos despedimos de HK hasta la vuelta, pensando en que la segunda visita se centraría en Kowloon. Y así fue.


La foto de arriba pertenece ya al 16 de diciembre, cuatro semanas después, cuando a primera hora de la tarde salimos del tren del aeropuerto en la parada de Kowloon. Por el camino vimos la megaautopista de HK a Macao por encima del mar en fase avanzada de construcción. 

Esta vez , sin guía, las cosas no discurrirían de manera tan sencilla.


No es sencillo de explicar lo que nos sucedió. Básicamente, que no fuimos capaces de salir del conjunto de enormes edificios que rodean la estación, por cierto, también gigantesca. Costaba contar el número de alturas de estos inmuebles. Tremendos.

Por muchas vueltas y pese a intentarlo y reintentarlo, seguíamos en el interior de un barrio privado donde había vigilantes de seguridad y obras por todas partes, pero no accedíamos a lo que se entiende por una calle.


Veíamos a lo lejos el mar, pero era imposible llegar, siempre había obstáculos insalvables y grandes distancias para quedar luego bloqueados. Entramos en un complejo comercial de gran tamaño, pero la salida no aparecía por ningún lado. Exhaustos, barajamos volver al aeropuerto pues llevábamos así un par de horas.


Finalmente, salimos del centro comercial para adentrarnos en una zona de obras donde parecía que construían una población entera. Teníamos que caminar por zonas valladas y cubiertas y no dábamos con la ciudad. Cuando lo conseguimos, ya era de noche.


Ante ello, desistimos de recorrer bien Kowloon, asignatura que queda pendiente. Nos conformamos con las calles cercanas, en una de ellas con un mercadillo en funcionamiento, por cierto de escaso interés, cenamos algo en un restaurante y cansaditos dimos media vuelta. Esta vez si acertamos con la estación en un tiempo razonable. Y así concluyó nuestro viaje, que despedimos con una imagen desde el avión.